sábado, 10 de julio de 2010

“¡BUENOS DIAS, BUENOS DIAS! ¿COMO ESTAN?”


DE VUELTA AL KINDER...


Una época memorable de la vida digna de ser recordada


Era una cálida mañana del mes de noviembre, cuando decidí aventurarme en un mundo lleno de colores, figuras, canciones, juegos y sonrisas.
Un amplio estante para guardar los útiles, varias latas llenas de marcadores y lápices, una librería con miles de cuentos y revistas infantiles y una pizarra de “Buenas noticias” eran parte de los elementos de la escenografía de este ambiente.
Así es, quise regresarme en el tiempo y recordar cómo era un día en el kínder. Y espero que las palabras plasmadas en este papel, transporten sus mentes a esta inolvidable época de sus vidas.
Al entrar la profesora al aula, todos corrieron a sus respectivos asientos y los halos de este grupo de angelitos, bulliciosos e inquietos, brillaban sobre sus cabecitas.
Sin embargo, la pequeña Sofía la esperaba atentamente en su escritorio, para regalarle una flor amarilla, traída exclusivamente de su jardín.
Con una sonrisa dibujándose en su rostro y formulando la frase: “ Buenos Días, Buenos Días! ¿Cómo están?” saludó la teacher al grupo de niños. Indudablemente, sabía cuál iba a ser su contestación y al escuchar “Bien, bien y Usteeed?”, en un tono bastante agudo, hizo que mentalmente me uniera a la melodía.
A continuación, con las manos juntas y sus ojos cerrados, pronunciaron la siguiente oración: “Diosito, cuida a mi familia. No te olvides de mí. Cuando tú me miras, canta el corazón. Angelito de mi Guarda, sube al cielo, y dile a la Virgen María que la quiero mucho”.
Posteriormente, las canciones de antaño de “Pimpón”, “La Marcha del Calentamiento” y “Mis orejas”, con sus coreografías respectivas, promovieron sentimientos de alegría y melancolía en mi corazón.
Como era cambio de mes, había que modificar el calendario. A viva voz, la teacher preguntó: “Chicos, entonces como le decimos al mes de Octubre?”
Realmente fue bastante cómico, escucharlos cantar el coro del conocido tema musical “Chao, cariño, chao”. “Estas son loqueras mías” me confesó risueña la educadora.
Por lo tanto, le dieron bienvenida al duodécimo mes del año y los nacidos bajo el signo de Escorpión manifestaron su felicidad. Con la ayuda de los pequeños, y un poco de tiza, la profe escribió en la pizarra la fecha completa de ese día.
Luego, se oyó un ruido en la puerta, y entró una mujer embarazada al aula, Al unísono, preguntaron: “Teacher, ¿Cómo está la bebé?”. Sonriendo dulcemente, les comunicó que se encontraba en perfectas condiciones.
La inocencia de Michelle me hizo mucha gracia. Ella le manifestó la siguiente inquietud: “Teacher, ¿Por qué no saca la bebé un ratito, no ve que está haciendo mucho calor?”. Varios soltaron la carcajada; sin embargo, su rostro reflejaba la seriedad de su cuestionamiento.
Llegó la hora de la lección de matemáticas, en la cual el número 15 fue el protagonista principal. En la pizarra, la teacher les recordaba el procedimiento para trazar correctamente sus componentes.
De esta manera, los chicos efectuaron su primera labor del día, la cual consistía de dos tareas. Primero, escribir repetidamente esta cifra numérica, y de seguido, colorear los quince barquitos que traía el ejercicio en el borde superior de la hoja.


¡SE ADELANTO LA NAVIDAD!


Para mi alegría, iba a compartir con los niños una de sus clases de educación musical. Ni ellos, ni yo esperábamos que la Navidad se adelantara.
La profesora se dirigió al armario, y les indico: “Les voy a prestar algunos de mis apreciados tesoros de mi closet, pero únicamente a los que se encuentren en total silencio”.
Treinta miradas curiosas estaban fijas en cada acción de la teacher. En eso, ella comenzó a fabricar un sonido desde el centro del aposento. “Son campanas” decían algunos. “No son cascabeles”, afirmaban otros.
Para sorpresa de todos, la profe comenzó a repartir hermosas panderetas, de diversos colores, tamaños y figuras. Algunos afortunados recibieron las que eran en forma de estrella, y otros tuvieron que conformarse con los triangulitos musicales.
Se lanzó al aire la siguiente pregunta: “Alguien sabe que se celebra en Navidad?”. Varias respuestas se hicieron escuchar: “Abrir regalos”, “Comer tamales” o “Jugar con la nieve”.
“No, es el cumpleaños de Jesús”. Esta afirmación proveniente de la boca de Amanda hizo que los demás cayeran en conciencia de que este era el real significado de esta fecha.
Al son del piano, este coro de ángeles, acompañados también con el sonido de sus instrumentos, cantaron con energía, las estrofas de un famoso villancico: “Navidad, Navidad, hoy es Navidad, un día de alegría y felicidad”.


¡VAMOS A RECREO!


Llegó el receso y tuve la oportunidad de tener un acercamiento más directo con los niños. Me sentía como la protagonista de una conferencia de prensa: querían saberlo todo.
Los pequeños periodistas lanzaban todo tipo de preguntas, a la expectativa de mis respuestas. Les contestaba alguna de sus inquietudes, y rápidamente formulaban más.
El ingenio de Gustavo me llamó mucho la atención: “¿Por qué vino hoy a clases con nosotros?” me cuestionó. Yo le expliqué que ocupaba cumplir una asignación de la universidad. En términos sencillos, le respondí: “Ocupo hacer una tarea”.
A lo cual me contestó: “Ay! ¿Por qué no se quedó haciéndola en la casa? Hubiera sido más fácil que venir hasta acá”. A su corta edad, tiene una lógica bastante avanzada. Sin lugar a dudas, ninguno estaba consciente de su protagonismo en mi obra literaria.
Posteriormente, decidieron cambiar la dinámica. De conferencia de prensa, pasamos a una mesa redonda, a la cual le faltaba una adecuada distribución de asientos, un moderador y un guión estructurado.
La mayoría se sentó alrededor, o encima de mí. Todos hablaban desordenadamente y exponían de manera simultánea, un sin número de asuntos. Sus familias, paseos, pasatiempos, gustos y sueños eran el tema central de una alborotada discusión.
Por varios momentos, me hicieron devolverme en el tiempo. Al buscar figuras en las nubes del cielo, ensuciarse las manos con tierra o correr por la plaza sin dirección alguna, me hicieron recordar esos memorables años de mi infancia.


“ I LIKE LUNCH!”


Al sonar el timbre de entrada, miles de zapatos saltarines guiaron a sus dueños a sus respectivas clases. Era la hora del almuerzo, y el ruido de sus estómagos se los confirmaba.
El agua y el jabón esperaban ansiosos a los niños, para limpiar sus manos y así permitirles disfrutar de un exquisito manjar. Sándwiches, frutas, verduras, galletas, dulces, repostería, jugos y leche eran las opciones del menú que ofrecían sus loncheras.
Su solidaridad cautivó mi corazón. Aquellos miembros de la mesa en la que estaba sentada, compartían conmigo su rica merienda.
La marea alcalina se hizo presente, y provocó que los niños reposaran sus cabezas sobre los coloridos tableros. Era la primera vez que escuchaba un rato de silencio desde el comienzo del día.
Sus soñolientas caritas reflejaban su deseo de seguir durmiendo; sin embargo, llegó el tiempo de reanudar las lecciones y en este caso, era hora de ampliar sus conocimientos del idioma inglés.
Continuado con el tema de la comida, la teacher invitó a los pequeñines a sentarse en un círculo, para leer un cuento llamado “I Like Lunch!”
Conforme la profe leía una frase de la historia, todos sus polluelos la repetían con entusiasmo. “I like cookies. I like pizza. I like milk. ” eran los principales acontecimientos de la narración.
Seguidamente, se realizó un concurso de decir en inglés, cuál era el nombre de la fruta, la verdura, la comida o el utensilio de la mesa, que aparecía en la imagen que la educadora les mostraba.
El resultado estuvo ajustado, favoreciendo en este caso al equipo de la mesa amarilla. Como buenos participantes, el resto de la clase les brindó un merecido aplauso a los triunfadores.
Para mi pesar, llegó el momento de mi despedida, y con sus manos diciéndome adiós y regalándome sus últimas sonrisas, salí del escenario de este mágico mundo… el mundo de los niños.


¿ENTONCES QUE APRENDIMOS HOY?


Podría hacer una lista interminable de las lecciones y aprendizajes de este encuentro. No obstante, destacaré aquellas que se quedaron en mi mente y en mi corazón.
Ante tanta guerra, injusticia y crímenes en nuestra sociedad, esta visita me hizo reflexionar la siguiente frase bíblica: “Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos » (Mt 18, 3).
Es irónico, como nosotros somos los encargados de enseñarles a los menores aspectos básicos de matemática, gramática y etiqueta. Pero realmente, en estas épocas, los niños deben instruir a los adultos.
Su espíritu de solidaridad, su diálogo sincero y ese gran entusiasmo por las cosas sencillas son un ejemplo verdadero para la humanidad entera. De verdad, si nos propusiéramos ver el mundo con los ojos de un niño, la paz, el amor y el respeto reinarían en nuestra sociedad.
Del mismo modo, sus espontáneas ocurrencias, sus creativas ideas y sus sonrisas contagiosas, nos hacen recordar que todos llevamos un niño en nuestro interior y debemos buscarlo más a menudo.
Realmente el propósito de mi visita era recordar mi época del kinder. Lo que jamás me imaginé, es que calara tanto en mi alma y adquiriera tantos aprendizajes en un solo día.
Autor: MSR. 10-7-2010.

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